La unidad formal es una de sus bases. Lo impregna todo. De la mano de
una portentosa fotografía, Huston llena cada plano, ya sea de emoción,
información o belleza; cuando no las tres cosas. Cada movimiento de
cámara, cada encuadre, cada recurso de iluminación se nota estudiado,
porque se ve, porque funciona. El mismo aire se respira en cada
secuencia. Las grandes películas son así: un pequeño mundo bien
construido.
El ritmo, palpitante, tenso, absorbente. Fíjense en la escasez de música. La atmósfera pesa, las miradas hablan.
La construcción del guión, donde nada sobra ni falta. Todo en torno a una idea que nos cala, no nos machaca. Se nos muestra, no se nos dice. Se parte de unas bases sólidas (aunque algunas sean arquetípicas no son menos sólidas por ello) y se llevan a su máxima expresión. Personajes, acción, personajes, acción. Los diálogos están para algo, aceptando el liderazgo narrativo de la imagen pero sin perder importancia. Al contrario, encuentran su lugar volviéndose pieza clave al ser tratados en su justa medida.
La reconciliación, apasionada, de fondo y forma. Un agradecido puñetazo en el estómago para los formalistas, una delicia para los cazadores de historias. Ambos grupos deberían gozar como nunca con esta maravilla.
La elegancia de una puesta en escena que es a un tiempo intensa y profunda. Una vez más, bajo la técnica jadea la bestia del cine. Está ahí, ¿no la oyen? ¿no la sienten?
Por supuesto los actores encajan como un guante cada uno en su papel. Hayden parece nacido para interpretar a este personaje.
No me meto en si es cine negro o no. Es CINE. Trasciende los géneros.
El ritmo, palpitante, tenso, absorbente. Fíjense en la escasez de música. La atmósfera pesa, las miradas hablan.
La construcción del guión, donde nada sobra ni falta. Todo en torno a una idea que nos cala, no nos machaca. Se nos muestra, no se nos dice. Se parte de unas bases sólidas (aunque algunas sean arquetípicas no son menos sólidas por ello) y se llevan a su máxima expresión. Personajes, acción, personajes, acción. Los diálogos están para algo, aceptando el liderazgo narrativo de la imagen pero sin perder importancia. Al contrario, encuentran su lugar volviéndose pieza clave al ser tratados en su justa medida.
La reconciliación, apasionada, de fondo y forma. Un agradecido puñetazo en el estómago para los formalistas, una delicia para los cazadores de historias. Ambos grupos deberían gozar como nunca con esta maravilla.
La elegancia de una puesta en escena que es a un tiempo intensa y profunda. Una vez más, bajo la técnica jadea la bestia del cine. Está ahí, ¿no la oyen? ¿no la sienten?
Por supuesto los actores encajan como un guante cada uno en su papel. Hayden parece nacido para interpretar a este personaje.
No me meto en si es cine negro o no. Es CINE. Trasciende los géneros.
Una película que posee la satisfacción orgánica de lo primario y la
sofisticación de lo bien elaborado. Impresiona. Multiplica la cinefilia
de quien la ve.
El cliché es un recurso de vagos, frío, desapasionado. El arquetipo
puede ser la base de un mero cliché o de un gran personaje, si está bien
construido. En esta maravillosa película no tenemos a "el matón", "el
cerebro", "el millonario corrupto"... tenemos a Dix, Doc y Emmerich. Si
los arquetipos fueran malos de por sí, Leone sería el peor director del
mundo. Lo malo es el resultado del arquetipo y el lugar común en su
vertiente sin sangre: el cliché barato.
Si algunas cosas en "La jungla de asfalto" suenan a ya vistas, el espectador notará que ésta es la versión buena. Porque todo está cuidado. Hay sinceridad, pasión y profesionalidad detrás de sus personajes, de sus situaciones.
Un momento de puro cine: mientras Herr Doktor observa con avidez a la chica que baila despreocupada, la cámara de Huston hipnotiza al espectador hasta que, con un movimiento preciso hacia la ventana vemos a los policías escrutando el interior, agazapados. Ese instante, como otros muchos de esta película, provoca el goce casi físico que sólo el mejor cine consigue.
Si algunas cosas en "La jungla de asfalto" suenan a ya vistas, el espectador notará que ésta es la versión buena. Porque todo está cuidado. Hay sinceridad, pasión y profesionalidad detrás de sus personajes, de sus situaciones.
Un momento de puro cine: mientras Herr Doktor observa con avidez a la chica que baila despreocupada, la cámara de Huston hipnotiza al espectador hasta que, con un movimiento preciso hacia la ventana vemos a los policías escrutando el interior, agazapados. Ese instante, como otros muchos de esta película, provoca el goce casi físico que sólo el mejor cine consigue.
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